La semana pasada era el cumpleaños de mi sobrina, 14 añitos, en su Instagram no paraba de compartir stories en los que sus amigas habían seleccionado cuidadosamente retratos de todas juntas en situaciones de lo más variopintas. Fotos y más fotos de ellas siempre monísimas, filtro mediante.
Las veces que entré a Instagram siempre había una bolita de destacados de su perfil, evidentemente me los chupé todos, ella, curiosa. Cada vez que veía uno de esos collages fotográficos sentía cosas como: ternurica, nostalgia, envidia sana y quizás un poco de perecita. Todo junto.
Recordé el corcho de mi dormitorio en “casa padres”, allí sigue, pero nosotras no estábamos tan guapas, ni tan filtradas, alguna siempre tenía un ojo pipa, eso era un clásico. Pero sí que se nos ve llenas de hormonas y despreocupadas, hasta aquí me llega el olor a chicas ociosas.
También recordé esos regalos caseros, esos CD’s grabados con las canciones favoritas de tus amigas (seleccionadas para subir la morar mientras te arreglabas antes de salir), o las carpetas forradas… ¡y qué me decís lo de coleccionar fotos de carné de tus amigas! ¡Por dios! En qué momento me hice tan señora que ya ni me asusta que me lo digan en la cola del súper.
No volvería a aquella época ni harta de vino, eso también te lo digo, pero la nostalgia te atrapa y hasta recuerdas los veinte botes de Halloween que te pusiste para salir a matar a alguien, porque con eso es imposible ponerte cerca de un ligue y no matarlo. Recuerdas las horas muertas que tenías, la incertidumbre del mañana, las risas sin un por qué y la ansiedad de querer crecer demasiado rápido.
Prefiero mi estabilidad mental de hoy ante aquellas hormonas saboteando mis millones de horas de despreocupación, la miro a ella y pesa más la ternura que la envidia sana. Muchas veces decimos eso de: “ojalá volver sabiendo lo que sé”, ¡de eso nada monda!, menos mal que vivimos aquello a ciegas y sin manual de instrucciones, ni un solo tutorial de Youtube de cómo hacer un ahumado, cómo combinar la ropa ni cómo ser adolescente. ¡Bendita aventura aquella!
Cosas para picar
La Canción de la Semana
Baila Morena | Marlena
Llevo tanto tiempo concentrada
En cómo me miran los demás
Siento mil puñales por la espalda
Dedos señalando la ansiedad.
Baila morena, esto se acaba
Brillan estrellas y es por ti
Vuelan mil recuerdos en tus ansias
Llegará el verano y aún huelo a ti.
Las canciones que escuchas siempre hablan de ti, pero cuando tienes 14 años es que estás convencida que te las han escrito a ti, mirando tu foto y tus catastróficas desdichas de instituto.
La Compra Innecesaria
Con tanta nostalgia creo que necesito urgentemente una cámara desechable, las fotos analógicas sí que son el verdadero filtro de la vida, por lo que sea en esas fotos siempre estamos más guapos.
Durante toda la universidad, en las fiestas gordas, en las que no te querías llevar la cámara digital para no perderla, nos llevábamos las cámaras desechables. Hay tanto bueno encerrado en esas fotos, si hablasen habría para unas cuantas temporadas de Élite, pero en pobres.
Necesito fotos en papel, lo veo claro.
El Placer Culpable
La juventud de hoy va a tantas revoluciones que si parpadeas te lo pierdes, por eso sigo canales de YouTube y podcast de gente q la que casi le doblo la edad, porque no hay que perder el foco. Bueno, por eso y porque al vivir de internet tengo que saber qué se está gestando en todas las edades.
La Pija y la Quinqui es un podcast que hay días que me divierte, otros me dan ganas de matar y la gran mayoría de veces denota que ya estoy a punto de darle la vuelta al jamón.
Yo os lo recomiendo, pero negaré siempre que lo he escuchado.
La Foto que no subiré a redes
No me gustan los niños, ea. Pero si son los de mis amigas me tiro al suelo y les canto la Vaca Lola. ¿Conocéis esa canción? Deberían de prohibirla.