La semana pasada, miento, quizás hace dos semanas, me volví loca. El día que limpiaba el salón, como hago todas las semanas, me dio un viento y cambié todo de sitio, miré a mi alrededor y me sentí mejor, renovada. Acto seguido compré cortinas y una colcha nueva para esa habitación a la que solo entro a tender, y cojines para el sofá que tenemos hace tres años y jamás pensé que los necesitase.
Se me caía la casa encima.
Algunas veces notas dentro como que todo se desploma, aunque no haya cambiado nada, aunque todo esté bien, aunque aparentemente ese sofá no te haya hecho nada malo, pero lo quieres un poco más lejos, necesitas espacio.
Me quería agarrar a los gestos simples, esos que siempre pospongo, porque todo se tambaleaba sin un aparente por qué. No sé explicar bien esa sensación, pero seguro que más de uno la habéis sentido.
Quizás no era la casa lo que se caía.