La frasecita esa de “dejarse llevar, suena demasiado bien”, ha hecho mucha, mucha, pupita. Porque tú escuchas eso de “dejarse llevar” y te imaginas a alguien que se ha despojado de los arneses que le impone la vida y ahora fluye, es más feliz, anda más ligero. Pero para mí, estos días de agosto eterno, “dejarse llevar” es meterme en el bucle de la apatía más absoluta, mi creatividad anda por ahí de farra con mis ganas de hacer planes-cosas-vivir, se fueron las dos dejándome aquí mecida por el adormilamiento y los pensamientos intrusivos, vamos una fantasía.
Pero he descubierto una hora del día en la que me reconcilio conmigo misma y con esta ciudad asorratada. La primera hora, esa en la que la gente no camina, vaga, de hecho parece que los empujan. Hace fresquito, no hay coches, muy pocos peatones y Gilda camina contenta olisqueando los pises del barrio.
He cambiado el paseo de la tarde por el matutino, porque sacar a un perro que no levanta diez centímetros del suelo a 38 grados no era una opción. Pero resulta que he salido ganando yo, bueno las dos, creo que somos de las pocas personas (Gilda es cuasi persona) que a esa hora no vaga hasta un puesto de trabajo gris, estamos andando de verdad. Caminamos contentas y casi parece que hablamos. En realidad, hablo yo sola en mi cabeza, y aprovecho para ordenar pensamientos para mis Cartas Patatiles, lo disfruto de verdad.
Luego avanza el día y me vuelvo a dejar llevar, entonces sí formo parte de esos humanos grises, es inevitable, aunque me consuela pensar: uno menos para otoño, uno menos.
Cosas para picar
La Canción de la Semana
Miami Beach | Rigoberta Bandini | Miami Beach
Cuando ya me aburro de la vida y su sabor
Me vengo abajo y ya no puedo expresar nada
Cuando hay un vacío que me pincha el esternón
Puedo ponerme en modo avión e irme a la cama
La Compra Innecesaria
¿Cómo de vieja eres cuando recomiendas un guarda limones? Pues eso, soy una nonagenaria desde que nací, no tengo remedio. Pero este cacharro me ha dado la vida, porque os juro que no hay nada más triste, y gorrino, que un limón vagabundo en una nevera. Ahí lo ves, con su gotica de caldete pegajoso que va dejando en cada nuevo sitio que le otorga un habitante de la casa, el impertérrito te mira y piensa: yo estaré seco pero tu te vas a quedar con los dedos pegajosos como se te ocurra agarrarme.
Pues ahora tengo un guarda limones, no sé si esto tiene un nombre más técnico, y es un Patata 1 - Limón 0. Ahora el limón tiene su sitio, y si tienes que moverlo no mancha y no es pegajoso, lo abres y sigue fresco, lozano, es un epic win. Aunque el estará más triste, tiene menos vidilla, pero que se jorobe, tampoco un limón nunca tuvo que escribir una novela sobre su vida.
El Placer Culpable
Bendito Kindel. Si me dices que diría eso hace años, vamos, ¡yo ni loca un libro electrónico!, pues ahora es mi mejor amigo. Y además llevo una temporada que me cuesta encontrar lecturas que me apasionen, que me inspiren o simplemente que me mantengan dentro de la historia sin entrar en mis propios pensamientos, intrusivos o absurdos.
Podemos decir que el último libro que llevo en el Kindel sí que me está gustando, esta señora tiene unos mini-relatos, o cómo queráis llamarlo, que me parecen fascinantes, se respira su ironia, su poquita de mala leche, y eso me encanta. Si queréis algo ligerito para verano, os lo recomiendo.
La Foto que no subiré a redes
Hoy he soñado con ella, mi Lola, estaba en el patio de la cocina haciendo polvo un montón de poliespán, porque no sé a cuento de qué, teníamos un unicornio hecho de ese material en el patio y los restos sobrantes se había dedicado a convertirlos en confeti.
Sé le gustaría salir con Gilda y conmigo por las mañanas, lo sé.